viernes, 9 de mayo de 2014

Educación o formación Permanente




Sin entrar a definir cada unos de los términos, labor ya realizada por una multitud de autores, si se  quiere  denotar que en el ámbito pedagógico se utilizan indistintamente, y a veces incluso como sinónimos, los términos educación y formación. A este equívoco se añade la indecisión terminología en la utilización de los vocablos en otras lenguas, como la francesa e inglesa (educación y formación; educación y training, respectivamente), tal y como puede comprobarse revisando la bibliografía existente. Pese a ello, podría realizarse con mayor o menor dificultad una distinción teórica entre educación y formación; no obstante, en este trabajo únicamente nos interesa su vinculación a los diversos conceptos de la educación de adultos para finalmente llegar a caracterizarla en el profesorado.

Es cierto que la educación permanente de adultos abarca todos los procesos de culturización de la población a los largo de su vida y podemos situar dentro de ellas, concentricamente, todos los subsistemas de educación específicos. Por tanto, la educación permanente incluye la educación gradual de cualquier persona en edad adulta y desde luego, también la de aquellos estadios que se consideran como de  formación inicial en alguna disciplina.
  
Según Imbernón (1994; p. 13). “La formación permanente o continua cubre pues la formación postescolar y derivada de la ocupación profesional”. Este concepto está en consonancia con el de la UNESCO, que considera que formación implica la adquisición de conocimientos, actitudes, habilidades y conductas íntimamente asociados al campo profesional.
“…es necesario considerar la formación permanente del profesorado como un subsistema específico, dirigido al perfeccionamiento del profesorado en su tarea docente, para que asuma un mejoramiento profesional y humano que le permita adecuarse a los cambios científicos y sociales de su entorno” (Imbernón, 1994; p. 13).
Por lo tanto, la formación permanente del profesorado de cualquier nivel educativo supondrá entonces la actualización científica, psicopedagógica y cultural, complementaria y a la vez, profundizadota de la formación inicial, con la finalidad de perfeccionar su actividad profesional.


Sin entrar a definir cada unos de los términos, labor ya realizada por una multitud de autores, si se  quiere  denotar que en el ámbito pedagógico se utilizan indistintamente, y a veces incluso como sinónimos, los términos educación y formación. A este equívoco se añade la indecisión terminología en la utilización de los vocablos en otras lenguas, como la francesa e inglesa (educación y formación; educación y training, respectivamente), tal y como puede comprobarse revisando la bibliografía existente. Pese a ello, podría realizarse con mayor o menor dificultad una distinción teórica entre educación y formación; no obstante, en este trabajo únicamente nos interesa su vinculación a los diversos conceptos de la educación de adultos para finalmente llegar a caracterizarla en el profesorado.

Es cierto que la educación permanente de adultos abarca todos los procesos de culturización de la población a los largo de su vida y podemos situar dentro de ellas, concentricamente, todos los subsistemas de educación específicos. Por tanto, la educación permanente incluye la educación gradual de cualquier persona en edad adulta y desde luego, también la de aquellos estadios que se consideran como de  formación inicial en alguna disciplina.
  
Según Imbernón (1994; p. 13). “La formación permanente o continua cubre pues la formación postescolar y derivada de la ocupación profesional”. Este concepto está en consonancia con el de la UNESCO, que considera que formación implica la adquisición de conocimientos, actitudes, habilidades y conductas íntimamente asociados al campo profesional.
“…es necesario considerar la formación permanente del profesorado como un subsistema específico, dirigido al perfeccionamiento del profesorado en su tarea docente, para que asuma un mejoramiento profesional y humano que le permita adecuarse a los cambios científicos y sociales de su entorno” (Imbernón, 1994; p. 13).
Por lo tanto, la formación permanente del profesorado de cualquier nivel educativo supondrá entonces la actualización científica, psicopedagógica y cultural, complementaria y a la vez, profundizadota de la formación inicial, con la finalidad de perfeccionar su actividad profesional.

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