viernes, 2 de mayo de 2014

Tipos de evaluación.



 La evaluación del aprendizaje del alumno puede clasificarse de varias formas, atendiendo al momento y a quien hace la evaluación. De acuerdo al evaluador esta puede ser autoevaluación, coevaluación y Heteroevaluación. Por el momento en que se realiza: diagnóstica o inicial, formativa o del proceso y sumativa o final.

Cada tipo de evaluación tiene sus características propias que la distinguen y hacen vital para una evaluación objetiva; realmente los tipos de evaluaciones se complementan y componen un todo en el proceso de enseñanza aprendizaje.

Partiendo del concepto de evaluación como un proceso dinámico, íntimamente ligado al desarrollo de los pro­gramas educativos, desde hace algún tiempo se viene hablando de evaluación conti­nua. Pero este término es inadecuado: la evaluación no puede real­mente ser continua y el considerarla así ha llevado a algunos maestros a hacer de su evaluación algo totalmente asistemático y bastante confuso, en donde ya no se sabe cuál es la finalidad de una actividad con­creta, si es de aprendizaje o de evaluación, y no hay elementos para establecer el grado de avance de un alumno en un momento dado.

Para otros maestros la evaluación con­tinua es una sucesión de pequeños y frecuentes exámenes que se promedian y contienen en pequeñas dosis los grandes vicios de un examen final único. Frecuentemente a la mitad del curso hay alumnos con un promedio tan bajo o tan mediocre que los desalienta a esforzarse el resto del curso.

2.4.1 Evaluación diagnóstica.

Generalmente maestros y alumnos ini­cian un curso partiendo de una serie de suposiciones que en muchas ocasio­nes resultan muy alejadas de la realidad. El maestro de Matemática supone que sus alumnos dominan las operaciones funda­mentales con enteros, decimales y quebra­dos; el maestro de estadística supone que los estudiantes de licenciatura tienen sufi­cientes conocimientos de álgebra.

Por otro lado, los estudiantes a menudo suponen que ya no les queda nada por aprender de historia, puesto que en los años anteriores han obtenido muy altas ca­lificaciones; o suponen que los conocimien­tos que les permitieron presentar con éxito el examen de la asignatura anterior pertenecen ya al pasado y no son necesarios para la nueva asignatura; o bien, se dan por vencidos de ante­mano diciendo que no entienden nada de matemáticas, no sirven para el dibujo o no saben nada de inglés.

Esa serie de suposiciones o prejuicios origina con frecuencia grandes confusio­nes, fracasos, pérdida de tiempo y dificul­tades entre maestro y estudiante. Buscando un remedio para esta situación se realiza la evaluación diagnóstica, para partir de una realidad y no de las suposiciones ya referidas y desarrollar el curso en función de las necesidades y posibilidades reales del grupo, evitando repeticiones inútiles, situa­ciones confusas y falta de comprensión por desconocimiento de la verdadera situación de los estudiantes.
La evaluación diagnóstica es la que se realiza antes de iniciar el proceso enseñanza-aprendizaje para verificar el nivel de preparación de los estudiantes para enfren­tar los objetivos que se espera que lo­gren.

No todo cuestionario inicial es una evaluación diagnóstica. En muchas ocasio­nes se piden a los alumnos al empezar una asignatura datos administrativos, personales, fa­miliares, de tipo socioeconómico, académi­co, etc. Todo esto puede ser muy útil para el conocimiento del grupo o de cada alum­no, pero no se refiere específicamente al aprendizaje. Procura información, pero no con fines de evaluación.

2.4.2 Evaluación formativa.

Es difícil introducir cambios en un programa ya estructurado, pero hay necesidad de estable­cer sistemas de evaluación durante el proceso de formación de ese programa, de modo que en ese periodo de elaboración se tengan elementos para mejorarlo.

En el aprendizaje escolar se encuentra una situación mucho más problemática: las deficiencias encontradas al final del cur­so son ya irremediables, al menos para ese grupo y en ese curso, pero si son localizadas a tiempo, pueden corregirse y aumentar la eficacia de la enseñanza al máximo.

Por tanto, se entiende por evalua­ción formativa la que se realiza durante el desarrollo del proceso enseñanza-aprendi­zaje para localizar las deficiencias cuando aún se está en posibilidad de remediarlas.

2.4.3 Evaluación sumativa.

Si bien la evaluación formativa consti­tuye una importante innovación en la prác­tica de la evaluación educativa y cumple un papel vital al contribuir a un eficaz aprendizaje, no es menos importante la evaluación sumativa, puesto que la verificación de los logros obtenidos en un pro­grama o en una unidad mayor del mismo es un paso esencial en un trabajo sistemáti­co. Por consiguiente, ya que un curso ha sido impartido, una vez que un programa ha sido aplicado cuando un aprendizaje ya ha tenido lugar, se realiza la evaluación su­mativa.

Este tipo de evaluación es el que más se asemeja a lo que de hecho se viene realizando en las universidades, aunque con muchas fallas.

“La evaluación sumativa es la que se realiza al término de una etapa del proceso enseñanza-aprendizaje para verificar sus resultados, es decir, para determinar si se lograron los objetivos educacionales estipu­lados para un curso o para una unidad mayor del mismo y en qué medida fueron logrados por cada uno de los alumnos”. (Casanova, 2002,  p. 53).

La principal diferencia con la evalua­ción formativa es que la sumativa se ocu­pa de resultados y no de encontrar fallas ni su por qué. Por lo tanto, este tipo de evaluaciones se enfoca a los objetivos termina­les o generales, que han de lograrse al tér­mino de un año, un semestre escolar o todo un programa; o bien, a aquellos objetivos que implican el dominio de otros subordi­nados o más concretos que comprendan una unidad completa de conocimiento o una habilidad o destreza más o menos com­plejas.


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