“La evaluación educativa
es un proceso que partiendo de un marco determinado de valores y de un marco metodológico específico, analiza una
realidad con el fin de establecer un
juicio valorativo de ella. Esto trae como consecuencia una acción transformadora sobe la realidad según el
juicio valorativo o más aún la transformación
de ambos aspectos, dentro de un proceso dinámico”. (Barriga Díaz, Frida, 2005, p. 182)
Una verdadera evaluación educativa,
coherente con las orientaciones ideológicas expresadas, es un proceso
sistematizado e institucionalizado, no dependiente del criterio o la decisión
de un maestro, sino de la constatación del grado en que se logran los objetivos
educacionales propuestos para un curso, una asignatura, un grado, etc.
La determinación de los tipos, momentos e
instrumentos de evaluación forma parte importante de la planificación educativa
y de la elaboración de cada programa escolar.
Para evaluar un proceso o el logro de un
objetivo es necesario, ante todo, medirlo de alguna manera de modo que sea posible
manejarlo cuantitativamente.
Esto implica el desarrollo de instrumentos adecuados
para medir aquello que se pretende evaluar. Si el instrumento arroja datos
erróneos o si mide algo distinto del objeto de evaluación, todo el resto del
proceso resultará desviado o equivocado.
Así, por ejemplo, no puede evaluarse la
capacidad de hacer una interpretación critica de algún hecho histórico a través
de un examen que únicamente pregunte fechas, nombres y datos concretos, sino
del planteamiento de un acontecimiento y de sus implicaciones para que el
alumno haga el análisis crítico correspondiente, de acuerdo a ciertos
lineamientos.
La medición es una parte necesaria de la
evaluación. Ciertamente, medir no es sinónimo de evaluar, pero es indispensable
medir para evaluar. Frecuentemente se dice que hay fenómenos que no son
medibles y que para evaluarlos sólo es factible hacer de ellos una descripción
cualitativa.
Es conveniente dedicar unas palabras más a
enfatizar y clarificar la función de la medición en el proceso evaluativo, pues
mientras unos autores las identifican, otros afirman que cierto tipo de
evaluación no requiere de mediciones.
“La medición es sólo una parte de la
evaluación. El gran desarrollo tenido por la psicometría, especialmente después
de la Guerra Mundial y hasta la década de los cincuentas, concentró a los psicólogos
y educadores en el desarrollo y la estandarización de tests, reduciendo la
evaluación a la elaboración y aplicación de instrumentos de medida. El manejo
estadístico de sus resultados, basado en la Campana de Gauss (curva normal de
frecuencias), se convirtió en la norma definitiva de comparación”.
(Barriga Díaz, Frida, 2005, p. 68).
La omisión de la evaluación de los resultados
de la medición, al pasar directamente del resultado numérico de un examen a
una calificación es una de las causas de que esa calificación se haya
desvirtuado y carezca de un significado preciso y sea incomprensible.
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