Es importante señalar que los
formadores y/o docentes, también tienen
sus complicaciones en cuanto a métodos y forma para su aprendizaje, debido al
gran cúmulo de Stress que acumulan día a día en el ejercicio de su labor
educativa, por lo que se hace necesario la utilización de metodologías que los
motive y le induzca a aprender nuevas formas y nuevas pedagogías para la
realización de un mejor desempeño laboral.
En tal sentido, Imbernón (1994; p.
131). Plantea lo siguiente: “La metodología ha de ser fundamentalmente en la
investigación y en la practica directa ya que la formación de los formadores
presenta una dimensión cuádruple: Experimental, experiencial, disciplinaria y
practica”. Pero, si formar a los formadores quiere decir que los individuos
adquieran las competencias necesarias para ejercer ese oficio con
profesionalidad, su propia heterogeneidad plantea la cuestión de ¿para que es
necesario formarlos? ¿Cuáles son los conocimientos y las destrezas que
necesitan adquirir? Para responder a estas cuestiones se adhieren a Le Botet y
Viallet (1976) que ya hace años propusieron un método consistente en describir
las situaciones profesionales de los formadores el cual lleva a descubrir,
dentro de la diversidad de situaciones contrapuestas, cinco consideradas
profesionales, ya anteriormente mencionadas, que son: responsable de formación,
gestor de formación, especialista en medios pedagógicos, profesor y
profesor-consultor.
En torno al personal que forma a los
formadores o profesores, existen también algunas consideraciones, que vale la
pena aclarar. para estar mejor ilustrado al respecto, sobre el particular se
puede decir lo siguiente:
… el
personal que forme a los profesores ha de contribuir tanto a su formación académica
como a la formación metodológica y personal. Es evidente que las competencias
son necesarias en el marco de una disciplina, dentro del terreno de las
relaciones humanas y sobre todo, en la capacidad para hacer evidente, en el oficio
de formador, la transmisión del conocimiento y la relación con el profesor
cualquier enseñante y aun más cualquier formador de enseñante, que accede a su función,
o a una nueva forma de sus funciones, ha de recibir una formación
complementaria que tenga en cuenta todos los aspectos de la acción pedagógica
que tendrá que llevar a cabo. (Imbernón, 1994; p. 131).
Sobre el concepto vertido por Imbernón, al respecto
hay que decir lo siguiente:
A menudo se observan en estudios realizados por
estudiantes de término, que una gran mayoría de docentes están laborando fuera
de su área; esto agregado a la mala formación que reciben los profesionales de
la educación va generalizando un problema, que de seguro dejará sus huellas en
el sendero que recorre la educación.
Ahora bien, a lo que se refiere el autor de la cita
anterior a este comentario, es a la educación que debe seguir un profesional,
luego de haber concluido sus estudios universitarios, lo lastimoso es que un
alto porcentaje de docentes consideran que su vida estudiantil ha terminado
después de haber obtenido el título. Equivocados o no, no es menos cierto que
la inversión en educación de un profesional de la educación asociada al sueldo
que devenga es incosteable por sí mismo, lo cual talvez explica porque en el
sector educativo existen tantos profesionales mal formados y estos a su vez,
mal forman a los futuros profesionales de mañana.
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