D´oleo,
(2006, p 59). Destaca que “un suelo se puede degradar al acumularse en él sustancias
a unos niveles tales que repercuten negativamente en el comportamiento de los
suelos. Las sustancias, a esos niveles de concentración, se vuelven tóxicas
para los organismos del suelo. Se trata pues de una degradación química
que provoca la pérdida parcial o total de la productividad del suelo”.
Entre los tipos de contaminación del suelo se
distinguen la contaminación natural, frecuentemente endógena, y la contaminación
antrópica, la cual siempre es exógena.
Un
ejemplo de contaminación natural es el proceso de concentración y toxicidad que
muestran determinados elementos metálicos, presentes en los minerales
originales de algunas rocas a medida que el suelo evoluciona.
“Otro
ejemplo de aparición natural de una anomalía de alta concentración de una forma
tóxica se produce en la evolución acidificante de los suelos por la acción
conjunta de la hidrólisis, lavado de cationes, presión de CO2 y ácidos
orgánicos que, progresivamente, conducen a una mayor concentración de Al
disuelto y a un predominio de especies nocivas como Al+3 o las formas Al-OH
escasamente polimerizadas”. (Macias, 1993, pp. 111-112).
Los
fenómenos naturales pueden ser causas de importantes contaminaciones en el
suelo. Así es bien conocido el hecho de que un solo volcán activo puede aportar
mayores cantidades de sustancias externas y contaminantes, como cenizas,
metales pesados, H+ y SO4=, que varias centrales térmicas de carbón.
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